Maduro asume un tercer mandato en medio de protestas, dudas electorales y una crisis interminable
El próximo viernes, el presidente Nicolás Maduro asumirá su tercer mandato de seis años, con la ceremonia de juramentación organizada por un Congreso bajo control del oficialismo. No obstante, el evento se enmarca en un contexto de dudas significativas sobre la legitimidad de los resultados de las elecciones presidenciales de 2024, lo que ha generado una creciente incertidumbre y desconfianza tanto a nivel nacional como internacional.
La investidura de Maduro se llevará a cabo en medio de manifestaciones de apoyo por parte de sus seguidores, pero la situación política sigue siendo compleja debido a la controversia en torno al proceso electoral. A pesar de las declaraciones oficiales que proclamaron a Maduro como ganador de las elecciones de julio pasado, la falta de transparencia en el manejo de los resultados ha puesto en tela de juicio la validez de su victoria. Los opositores, encabezados por el ex-candidato Edmundo González, han insistido en que los registros de votación muestran un resultado completamente diferente, con él como vencedor por un amplio margen.
González, quien alegó haber ganado las elecciones, abandonó el país tras enfrentar cargos judiciales y una orden de arresto en su contra. Aunque ha manifestado su intención de regresar a Caracas, no ha especificado cómo ni bajo qué circunstancias lo hará. Esto subraya el clima de represión que sigue vigente en Venezuela, donde los opositores han sido objeto de persecución y encarcelamiento, y el gobierno ha recurrido a tácticas de control para silenciar las voces disidentes.
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Las fuerzas del orden están bajo el mandato del dictador Nicolás Maduro |
¿Por qué persisten las dudas sobre la legitimidad de la elección?
Las dudas sobre la validez de la elección surgen principalmente debido a la opacidad en el proceso electoral. El Consejo Nacional Electoral, dominado por funcionarios leales al régimen, proclamó rápidamente a Maduro como ganador, sin ofrecer detalles transparentes sobre el conteo de votos. Aunque se alegó que un hackeo impidió la publicación de los resultados completos, la oposición obtuvo y divulgó actas de escrutinio que cubren más del 80% de las máquinas de votación, demostrando, según su interpretación, que González había recibido el doble de votos que Maduro.
A pesar de las demandas internacionales de mayor transparencia, el Tribunal Supremo de Venezuela, compuesto por jueces alineados con el gobierno, ratificó los resultados a favor de Maduro sin proporcionar pruebas concluyentes que pudieran desmentir las acusaciones de fraude. El Centro Carter, que fue invitado por el gobierno venezolano para supervisar las elecciones, validó las actas publicadas por la oposición, lo que añade más presión sobre la legitimidad del proceso electoral.
¿Habrá manifestaciones contra Maduro?
La posibilidad de una manifestación contra Maduro el día de la juramentación sigue siendo incierta. El gobierno ha convocado a una gran concentración de apoyo a su gestión, una táctica común para mostrar una fachada de unidad y poder, pero no todos los que se sumen a esta movilización lo harán de manera voluntaria. Se sabe que el régimen ha presionado a empleados públicos y beneficiarios de programas estatales para que participen en estas demostraciones.
En el lado opositor, la situación es aún más incierta. A pesar de las advertencias de represión, figuras prominentes de la oposición, como María Corina Machado, han convocado a sus seguidores a manifestarse. Machado, quien se encuentra en la clandestinidad para evitar su detención, instó a sus simpatizantes a salir a las calles para exigir la salida de Maduro. Sin embargo, la falta de liderazgo claro y la persecución sistemática de los opositores complican cualquier intento de movilización significativa.
¿Quiénes asistirán a la ceremonia de juramentación?
Se espera que la ceremonia de juramentación sea presenciada por miembros de la Asamblea Nacional y algunos ministros cercanos a Maduro. Sin embargo, el aislamiento internacional del gobierno ha sido evidente, ya que muchos países, incluidos los cercanos Colombia y Brasil, han manifestado su desconfianza hacia el proceso electoral. Como resultado, en lugar de presidentes de otros países, solo se espera que representantes diplomáticos asistan a la toma de posesión.
En la anterior juramentación de Maduro, en 2019, la presencia internacional fue limitada, con la asistencia de solo unos pocos aliados regionales, como el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y el entonces presidente de Bolivia, Evo Morales. En esta ocasión, la situación política y las críticas globales aseguran que la ceremonia será aún más solitaria.
Perspectivas para el nuevo mandato
El próximo mandato de Maduro comienza en un país marcado por una crisis humanitaria de larga duración. Aunque las políticas del gobierno han logrado reducir las escaseces de productos básicos y la inflación descontrolada que caracterizaron sus primeros años en el poder, la situación económica sigue siendo crítica para la mayoría de los venezolanos. El salario mínimo mensual es inferior a dos dólares, y muchos enfrentan dificultades para acceder a alimentos y servicios básicos, mientras que un pequeño grupo de élites vinculadas al régimen disfruta de privilegios exorbitantes.
El sistema petrolero, columna vertebral de la economía venezolana, sigue siendo incapaz de generar los ingresos necesarios para resolver la crisis, debido a la baja producción y las sanciones internacionales. A pesar de las promesas de un socialismo del siglo XXI, la desigualdad en Venezuela se ha profundizado, y la falta de reformas estructurales perpetúa la situación de pobreza para millones de ciudadanos. Además, la migración masiva de venezolanos, que ya supera los 7,7 millones de personas, refleja la desesperación de quienes buscan escapar de las difíciles condiciones del país.
En resumen, el tercer mandato de Nicolás Maduro se inicia en medio de una atmósfera de desconfianza tanto a nivel interno como internacional. La falta de transparencia en el proceso electoral, las tensiones políticas internas y la creciente desigualdad social aseguran que su gobierno enfrentará desafíos significativos para gobernar un país profundamente dividido.
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